Era un adolescente cuando vi, por primera vez, un documental de David Attenborough. Era una serie que se transmitía los domingos, con una introducción de una tal, cachaca como siempre, que hacía un preludio estúpido al documental. Los domingos a las 7:OO P.M. , estuviese donde estuviese, estaba siempre frente a la vieja pantalla en blanco y negro, y comencé a amar a Africa, y me sentía extraño en mi tierra, donde sólo se veían perros y gatos, y de vez en cuando un cauquero.
No one, but this man, deserves the Nobel Peace Prize.
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