Saturday, November 15, 2014

Desnudo.

Dario Morales.

Dario fue diferente, hizo su trabajo en su tiempo, sin preocuparse de la fama, sin intenciones ni honores, hizo su obra, y las pasó canutas, como perro en misa, como dicen en mi pueblo. Lo conocí  en Paris cuando ya el cáncer lo acechaba, y él lo sabía. Hizo su obra, a pesar de la antipatía de los inquisidores de turno, que lo masacraban, como mercenario en París, en cada esquina, siempre tenía un enemigo que lo acechaba.  Le importaba poco lo que dijese la  Traba, la Argentina, que quién coños sabe que vino a hacer en Colombia, reciclada y fracasada en su país, me atrevo a especular ( eso pensaba Juan Antonio Roda) , que tanto daño le hizo al Arte en Colombia. Gabo lo resumió de mejor forma: no soy escritor, y las palabras se me escapan...Un  abrazo postmortem, enorme, Darío.
A propósito, no fue un dibujo,  fue una pintura. Recuerdo una vieja foto en blanco y negro de la pintura detrás de  los vidrios de la galería, no recuerdo donde... . Gabo, siempre exageraba: "piedras grandes y pulidas como huevos prehistóricos..."?, quiso decir "no era una fotografía sino una pintura...", pero el hombre sabía de pintura lo que Neruda de Física Nuclear.

"Con las primeras cerezas de 1972, en la vitrina de la galería Pyramid, de Washington, se exhibió un cuadro que causó un escándalo fácil entre las señoras de sombreros floridos que llevaban a cagar a sus perros en el parque cercano. Parecía ser la fotografía demasiado realista de una mujer en cueros, derrumbada en un mecedor vienés y abierta de piernas frente a los transeúntes sin el menor recato, si bien la expresión de su sexo era más desolada que libertina. La policía ordenó retirar el cuadro, pero su ímpetu se quedó sin razones cuando le demostraron que no era una fotografía, sino un dibujo. El arte tiene sus privilegios, y el más raro de ellos es que se le toleren ciertos excesos que no están permitidos a la vida. El autor de aquel dibujo tan perfecto que hasta la policía de Washington lo confundía con una foto era un colombiano de veintiocho años que sobrevivía a duras penas en un cuarto de servicio del barrio de Saint Michel, en París. Su nombre no le decía nada a nadie. Darío Morales. Su esposa, Ana María, estaba peor que él, porque además estaba encinta. Pagaban el alquiler del cuarto limpiando a gatas las escaleras del decrépito edificio de seis pisos. De noche, Ana María dividía el espacio con una manta para poder dormir, con su niña dormida en el vientre, mientras su esposo pintaba hasta el amanecer. Como no tenía bastante luz, Darío Morales oprimía con cinta pegante el interruptor regulado de la escalera, de modo que no se apagara cada minuto, como estaba previsto, sino que permaneciera encendido toda la noche mientras él pintaba. En Francia hay delitos más graves que ése, por supuesto, pero ningún otro les duele tanto a los franceses".

 Gabriel García Marquez- El País- Opinión- 4/11/80


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